Ir en auto y mirar un rostro, perderme en otros ojos que no están mirándome en esa fracción de segundo. De repente, lograr que voltee y las miradas se encuentren, se enlacen, se desnuden; encontrarnos absortos el uno en el otro y ni siquiera saber nuestros nombres...
Que en ese momento exacto el auto dé la vuelta, y desear con todas mis fuerzas nunca separarme de esos ojos, aunque sepa que después sólo podré recordar que pertenecen a un muchacho de sudadera gris.
Observar cómo me buscan mientras me alejo, intuir que quieren perseguirme y no lo consiguen; y entonces pensar (y sentir, lo malo es que en serio lo puedo sentir dentro de mí) que nunca más lo volveré a ver...
Es haber creado un Horrocrux sin saberlo. Una parte de mi alma se quedó en esa vereda.