Hace ya más de veinte años que tus párpados están envueltos en polvo, incluso ya se disolvieron en este trayecto que ha hecho el tiempo por nuestras vidas; lo interesante, Julio, es que te mantienes inmortal en cada fotografía, en cada veranda ("imposible dejar esa palabra, veranda") en cada juego, en las cosas más sencillas, en los lectores jóvenes que te descubren en las bibliotecas, ahí, esperando, con una Rayuela o un Último Round empolvados y desgastados, con anotaciones que alguien hizo hace diez años, con pequeños puntos indicando citas, a veces con un Genial al lado; en tus excéntricas explicaciones para tus cuentos, que confiesas ni siquiera poder definir; en cada grito revolucionario y en cada escritor de la periferia; Julio, veintiocho años después sigues sorprendiendo al mundo, veintiocho años después una joven te sigue agradeciendo el aporte que diste a la literatura y al mundo del arte en general, veintiocho años después sigues dándonos una palmadita en la espalda, y hablando en cada uno de nuestros textos.
Abrazos infinitos, hasta un próximo cuento.
Diana.
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