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lunes, 17 de abril de 2017

Este es otro cliché que utilicé para reinventarte

A tí, el habitante de las montañas.

Déjame aprisionarme en tus hoyuelos y liberarme

                    Cada vez que rías 

Quiero bucear
                                    En la profundidad

De tus iris

              Y no volver más

No volver(é)
No volver(ás)
No volver(emos)

                                          A ser lo mismo 

Sólo el silencio
      
                     entre la palabra y

                                             La sonrisa

  

            

martes, 13 de septiembre de 2016

Hope that something pure can last

Ir en auto y mirar un rostro, perderme en otros ojos que no están mirándome en esa fracción de segundo. De repente, lograr que voltee y las miradas se encuentren, se enlacen, se desnuden; encontrarnos absortos el uno en el otro y ni siquiera saber nuestros nombres...

Que en ese momento exacto el auto dé la vuelta, y desear con todas mis fuerzas nunca separarme de esos ojos, aunque sepa que después sólo podré recordar que pertenecen a un muchacho de sudadera gris.

Observar cómo me buscan mientras me alejo, intuir que quieren perseguirme y no lo consiguen; y entonces pensar (y sentir, lo malo es que en serio lo puedo sentir dentro de mí) que nunca más lo volveré a ver...

Es haber creado un Horrocrux sin saberlo. Una parte de mi alma se quedó en esa vereda.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Todavía

Sigo esperando el regreso; sigo quitándole la crema a mi café; sigo absorbiendo aire inútilmente; sigo escribiendo a mano, aunque después vaya a transcribir esto al computador; sigo tachando palabras  aunque tenga un corrector en mi bolsa; sigo escuchando las mismas canciones en mi playlist; sigo esperando algo de la vida; sigo pensándote; sigo... sin saber quién eres.


Yet

I still wait for the return; I still remove cream from my coffee; I still soak up air uselessly; I still write by hand, even if I'm going to transcribe this to the computer later; I still cross out words , even if I have a correction pen inside my bag; I still listen to the same songs in my playlist; I still wait for something out of life; I still think about you, all the time; I still... don't know who you are.


jueves, 10 de septiembre de 2015

El inmenso poder de la música de Da Pawn, La Máquina Camaleön y Pastizales



 La música fue creada con el propósito de transportarnos a lugares incógnitos de nuestro ser o nuestra mente; sin embargo, aunque muchos se consideren profetas de esta noble arte, son pocos quienes logran conectarnos con lo que somos y no vemos. Puedo citar ejemplos concretos de músicos excelentes, desde el género clásico hasta el Hard Rock, pero esa no es mi intención en este momento; mi propósito es reconocer y elogiar a tres bandas que han establecido claramente su estilo y su filosofía: Da Pawn, La Máquina Camaleön y Pastizales. Las reconozco como bandas claves de la escena musical de mi país, por la sencilla razón de que me han conmovido, sus canciones me han erizado la piel, me han hecho regresar a momentos importantes de mi vida, recobrar mi energía, llorar mientras enciendo un cigarrillo, revivir peleas con mi alter ego, existir de verdad. Algunas veces no podemos hacer nada más que dejar ir; sin embargo, hoy, no puedo dejar ir a estas ganas de confesar mi gusto (la verdad casi obsesión) por las voces y los instrumentos de Felipe Andino (Quito), Bernardo Arévalo (Cuenca), Rodrigo Capello, Martín Erazo, Mateo González, Martin Flies, Felipe Lizarzaburu, Alejandro Naranjo, Pedro Ortiz, Fernando Procel, Mauro y Martín Samaniego (Quito).

                                                                                                          Es interesante cómo, en  sus canciones puedo disfrutar de mi soledad, coincidir con que definitivamente hay “misterios que los hombres no podrán desentrañar”, identificarme plenamente con el lema del Carpe Diem, con una expresión tan concreta y simple (porque lo mejor de la vida siempre serán las cosas simples): “Hoy sólo pienso en hoy” o sentir que me describen el momento de una creación que “aleja las arenas de la noche”, o bien se encuentra eternamente bendecida por el noctambulismo, la catarsis que lo cura todo, al fin y al cabo: “La vista nocturna se desvanece siempre al final”,  y es que, después de convencerme de que la respuesta a la verdad está dentro de mí y sólo debo encontrarme con ella, muchos enigmas se me han resuelto y, si pudiera decirle algo a mi yo interno, sería muy parecido a: “quiero que me esperes, seguiré en la ruta”.

  La palabra puede ser una pluma o una navaja, depende de cómo utilicemos esta arma, imagínense entonces el poder de la música, de esta música que me cuenta un secreto a voces, me dice que después de todo “no importan los días que se lleva el tiempo”, sino lo que éste nos deja prendido en la memoria, ya sean los errores “que nunca debimos cometer más de dos veces” como también el comprender que al “destruir lo que siempre nos ha sobrado” nos hará sentir libres al fin, salir a buscarnos en el bosque, en las sombras de las casas, bajo un cielo siempre distinto. Sólo me queda decirles G-R-A-C-I-A-S. Muchas gracias por demostrarme que la música no tiene nacionalidad, que traspasa cualquier lugar y frecuencia, que llega justo cuando debe, nos salva y sobre todo, que nos hace crecer. 

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Memento mori, una vez más

Hoy estuve recorriendo mis vidas pasadas. Todas juntas en un solo ser. Todos los momentos vividos, ocultos, enfrascados en un agujero ahí en la memoria, lejos de la retina y de las manos. Plasmados en el corredor de una casa vieja, siguiendo a unos pies que fueron y a la vez ya no son míos, avanzando hacia el rincón más próximo a convertirse en escondite mientras otra niña acaba de contar hasta diez; recibiendo casi clandestinamente los  cuatro mil sucres en sueltos a la bisabuelita al despedirme; experimentando el primer beso que le da un primo lejano a una niña, sin malicia alguna; reviviendo la voz de mi madre pendiente en el aire como el primer sonido que escucho al despertar cada mañana, las conversaciones, las risas, los amigos, los abrazos largos y profundos, las múltiples caídas en todos los sentidos y las resurrecciones que fueron de la mano, a veces, con la desilusión; el abrir y cerrar los ojos cada vez con direcciones diferentes; observando los paisajes y lugares donde he construido estas vidas; los personajes secundarios que me han acompañado en ellas… Todavía siento el último abrazo de todas las apariciones que me dicen que sigo aquí, y que este rompecabezas me tiene preparado conocer sus nuevas piezas. Entonces, respiro hondo y me seco las lágrimas.