Los Beauty vivían en una casa sin espejos. No los necesitaban, según ellos, con saber que eran hermosos tenían suficiente. Aquella mañana la señora Beauty se untó betún líquido en vez de maquillaje. Resulta que su marido George había encontrado un frasco vacío de maquillaje abandonado al fondo de la gaveta del baño la noche anterior (el envase era de color negro, para variar) y le pareció un espléndido lugar para almacenar su amado betún; sus zapatos siempre debían lucir impecables, que más impecable se esperaba de un abogado todas las mañanas.
Al momento de untar el betún en sus zapatos, el señor Beauty jamás los veía, lo hacía todo mecánicamente. Mientras, mantenían su conversación habitual (siempre sucedía mientras la señora Beauty se encontraba en el baño, terminando de arreglarse)
- Oh George, querido, mi nuevo maquillaje es espléndido, no tienes idea de lo fácil que se desliza por mi rostro; creo que he hecho una muy buena inversión.
- Querida, mi betún líquido no podría ser mejor, creo que es una nueva marca, mis zapatos se sienten mucho más lisos.
- Oh, querido, cuánto me alegro. Seguramente todo el mundo te envidiará los zapatos hoy.
- Seguramente querida, y a ti la lucidez de tu rostro. Te espero en el auto, no tardes.
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