Necesito escribir, necesito escribir, me dije.
La ceniza volaba en el aire, fundiéndose con la luz débil de la bombilla que nos alumbraba (un ojo de buey para ser exacta). El olor de la leña seguramente se había impregnado en nuestras cabezas. Él soplaba hacia el fuego, para conseguir que la llama se mantuviera viva, porque sabía manejarla; pareciera que había sido destinado para ello. Ella, sueña con montañas y con él; con árboles y hojas, con otros cielos y plantas, lagunas, rocas...
Del otro lado, suena la voz impresionante de cantante de música triste pero necesaria. No creo que otra música hubiese sonado mejor. Tal vez me miraban de manera extraña, suelo ser silenciosa y anotar las ideas donde y cuando puedo.
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