Extraño los días de Corpus Christi, especialmente por los dulces, los globos aerostáticos perdiéndose en el aire y las personas con las que los compartí.
Para volver a vivir esos momentos, he decidido organizar una tarde de chocolate, o café y mucha, mucha procrastinación; tal vez intente preparar algún dulce de corpus para ese día (Dianiz).
extraño
el madrugar con ojos atravesados por la sensacion de agujas y cristales, el
frio de la mañana,el colectivo rojo polutivo contaminante, extraño el sonido y el dibujo de sus ondas
por el oxigeno del lugar saliendo del altoparlante llamando galenos, mi mandil
cálido los hilitos de las costuras tocando mis dedos que se esconden del viento
y el vacio del estómago cuando subia alegre en esa camara al futuro, llamada
ascensor el monunmento del sedentarismo; extraño el perfume de su amarilla
textura,el sonido del metal cuando las pinzas caian, sus miradas de dolor y su
agradecimiento al mas minimo gesto de dulzura, los mismos de las señoras y que
la graduen a una en cada pasillo; las cunas con los bebitos de cables
ataviados, la sangre las piernas que no responden de madrugada y la sensacion
del deber cumplido.
Para regresar a aquello
le he pedido al cielo que por cantidad alguna se me acepte de nuevo a ocupar de
alivio los cuerpos de quienes transucurren librandome de la inercia (Joanna Arteaga).Extraño esos abrazos fuertes, esos que me impiden hablar, esos en los que me aprietas tan fuerte que siento seguridad, esos en los que a veces mis ojos tontos e infantiles sueltan una lagrima, esos en los que siento como tus brazos encajan de manera tan perfecta sobre mi cuello, esos en los que escucho como nuestros cabellos rozan y en los que tu mejilla queda al lado de la mía y puedo percibir tu aroma, esos abrazos que aunque me los hayas dado hoy mismo, los extraño porque son tan únicos, tan cósmicos, tan perfectos… Esos abrazos escondidos, esos abrazos oscuros, esos abrazos que nadie ve y que no necesito que nadie vea, esos abrazos que son sólo tuyos, pero tal vez más que a los abrazos, te extraño a vos. Para volver a sentir esto, bastaría una llamada, fijando una cita a las tres y treinta minutos en el parque de siempre, en la silla bajo el árbol de las flores amarillas, esperándome con tus gafas oscuras y tu casaca de cuero, con un tabaco encendido y humeando en la mano y una sonrisa en los labios.(Jhosko Reinoso).
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